Color vintage
Llegaron los años 60 y un estallido de tonalidades pop inundó los armarios de la mano de una joven generación, que rechazaba cualquier parecido con sus mayores. Rojos, amarillos, azules, verdes, violetas y fucsias excesivos poblaron las calles con unos diseños que ponían de relieve la frescura y la energía de un nuevo estilo, marcado por el espíritu revolucionario. Pasada la crisis de los años 70, los 80 volvieron a un optimismo nada discreto, personificado en los tonos puros, una dosis de rebeldía y extravagancia que se diluiría con el minimalismo de la década de los 90.
Este otoño, el color en bloque vuelve a la palestra. Independientemente de las vueltas de tuerca que da la moda cada temporada –que, en muchos casos, son revivals del pasado con una mirada más contemporánea–, esta tendencia también es un reflejo de la sociedad actual, sus realidades, miserias, virtudes y anhelos.
En tiempos de crisis, ver color por la calle supone una inyección de positivismo. Los marrones, grises y negros –típicos de épocas otoñales– dan paso a tonalidades vibrantes que evocan la posible llegada de una situación mejor. Y de paso, permiten autoafirmarse, no tener vergüenza a ser visto; más bien, todo lo contrario. El colorblock es provocación. Algo que la diseñadora italiana Elsa Schiaparelli ya se encargó de aclarar en los años 30: «El 90% de las mujeres teme hacerse notar y tiene miedo al qué dirán. Por eso compra un traje gris, cuando debería tener más bien la audacia de diferenciarse».
Srta. Jara (Color vintage)